Juana, Benita, Vicenta o Juliana. Nombres comunes en la España del siglo pasado que representan a miles de mujeres anónimas. De esas que, como contaba la corresponsal norteamericana Martha Gellhorn, se internaban “apretujadas en las tiendas” sobre un mostrador vacío durante la Guerra Civil. Las que perdían “los estribos” por “el dolor y el miedo de no tener nada que llevar a casa” en ciudades asediadas por los bombardeos y la escasez.