Mi abuela María cuenta así la historia de su madre, Vicenta. Vicenta sacó adelante ella sola a tres criaturas durante la guerra y la posguerra, en un Madrid mutilado y masacrado, esquivando bombas y grandes camiones remolque que recogían a niños y niñas para conducirlos al exilio de València.
Ella se resistió a entregar a sus pequeños, que crecieron pegados a la subsistencia que les facilitaba la venta ilegal de flores de papel junto a cementerios. Vicenta pasaba las noches en vela confeccionando nutridos ramos que se convertían en aceite, judías y pan para sobrevivir. Su marido, sindicalista de CNT, fue apresado y encerrado en una cárcel que acabó con su vida en forma de tuberculosis. Nanas de una cebolla anónima que hoy salen a la luz en boca de mujeres que fueron la parte silenciada de la contienda.